Capítulo 1
Una mañana en que yo paseaba sin
rumbo fijo, coincidí con un enigmático sujeto que sin conocerme empezó a
charlar conmigo y yo no tuve otra opción
más que responderle (por cortesía) claro que después de un corto tiempo
hasta me interesó la plática. El hombre no era mayor pero sin embargo sabía más que muchos
ancianos que conozco. Era tan seguro que
me maravilló y no pude más, le pregunté su nombre y el me respondió que se llamaba "Eliu”. Me pareció raro pues
creí que en algún lado había leído sobre
el.
Pero no recordé donde y no me
pareció importante (Aunque ahora creo que eso me hubiese explicado muchas cosas).
Quizás, lo que más me asombró fue el dolor con que me dijo lo
siguiente: ¿Ud. No se siente triste? Yo si muchas veces recorro para ver si hay
una persona que entienda, o que quiera entender, pero no encuentro. Eso nos
hace meditar si valió la pena nuestro esfuerzo o si le hemos tirado las perlas
a los cerdos y nuestra esperanza es en vano….es que con el tiempo los seres humanos parecen haber
adquirido la facultad de justificar aun lo injustificable y crear para su
beneficio reglas que solo pueden aceptar ellos
como el Corban. ¿Qué piensas tú de ello? El me escudriñó con cierto interés, pero sin esperar respuesta
se fue y yo me quedé muy confundido.
La razón de su tristeza era singular- ¿Qué quiso decirme con alguien
que quiera entender o entienda? ¿Acaso no era lo mismo? ¿Cual era la
diferencia? ¿Por qué hablaba en plural y
singular al mismo tiempo? ¿Acaso estaba loco? ¿Quién era y por que me eligió,
que pretendía hacerme entender? Pero sobretodo ¿Qué era aquello de es Corban
que tanto lo inquietaba? Cuando quise preguntárselo ya no estaba. Con el
misterio que había llegado con ese mismo había desaparecido, así que me quedé
con la incertidumbre que aquella conversación me había dejado.
Esa noche me dormí apenas me acosté y mientras dormía soñaba, soñaba
que caminaba por una gran playa y encontraba una moneda con tres caras. La primera cara
tenía aún joven y atractivo príncipe vestido con traje real, de su saco
colgaban muchos botones de oro (de los bolsillos y las hombreras para ser
exacto). Como las medallas de los héroes de la guerra. Parecía que había estado
en muchas batallas, pues su apariencia era imponente. En la segunda cara había una gama de colores que jamás vi antes de ese
sueño ni después de el. Parecía un arco iris pero no lo era, sus colores
relampagueaban y se movían como con vida propia.
La tercera y última cara tenía impresa a un anciano con apariencia de
rey que me miró y me guiñó el ojo derecho con dulzura. Yo me espanté, pero
luego sonreí, pues el rostro del anciano llenó mi alma de mucha paz.
Seguí soñando
que me adentraba a lo profundo del mar y salía por el otro extremo del
océano hacía una playa paralela. Cuando
entré en ella el cielo