A MIS ENEMIGOS ¿Qué os hice yo, mujer desventurada, que en mi rostro, traidores, escupís de la infame calumnia la ponzoña y así matáis a mi alma juvenil? ¿Qué sombra os puede hacer una insensata que arroja de los vientos al confín los lamentos de su alma atribulada y el llanto de sus ojos? ¡ay de mí! ¿Envidiáis, envidiáis que sus aromas le dé a las brisas mansas el jazmín? ¿Envidiáis que los pájaros entonen sus himnos cuando el sol viene a lucir? ¡No! ¡no os burláis de mí sino del cielo, que al hacerme tan triste e infeliz, me dio para endulzar mi desventura de ardiente inspiración rayo gentil! ¿Por qué, por qué queréis que yo sofoque lo que en mi pensamiento osa vivir? Por qué matáis para la dicha mi alma? ¿Por qué ¡cobardes! a traición me herís? No dan respeto la mujer, la esposa, La madre amante a vuestra lengua vil... Me marcáis con el sello de la impura... ¡Ay! nada! nada! respetáis en mí!
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